Noah: Promesa Sagrada

Después de su aclamada El Cisne Negro, Darren Aronofsky retrata el diluvio bíblico con Noah (Noé), película que para Aronofsky es la materialización de uno de los proyectos más anhelados de su vida.

Y entonces el creador concibe el mundo en 7 días, crea los cielos, la tierra, el mar y a todos los seres vivos sobre la Tierra. Y crea al hombre y a la mujer, como su imagen, teniendo como descendencia a sus tres hijos: Caín, Abel y Set. Caín mata a Abel y él y su descendencia son desterrados; mientras los hijos de Set viven en los campos y planicies, la estirpe de Caín se agrupan en ciudades industrializadas, lo cual trae conflictos ente ellos, pues los primeros intentan proteger la creación divina del avaricioso linaje de Caín. Debido a ello y todas sus consecuencias, El Creador decide comunicarle a Noé (Russell Crowe) el plan de destrucción del mundo a través de sueños, en donde un gran diluvio limpiará a toda la Tierra y sólo la familia de Noé y las criaturas inocentes se salvarán.

Aronofsky es ambicioso con su versión de Noé, no sólo por el nivel de producción que maneja, el cual llega a impresionar, sino porque se toma algunas libertades cinematográficas, libertades que bordean el cine fantástico, el de catástrofes y el relato heroico, con toques surrealistas. Lo que significa que si te esperan una adaptación cinematográfica completamente fiel al relato del libro están alimentando esperanzas erróneas.

El quiebre que hace Aronofsky del relato es interesante, se aleja de la aburrida letanía del hombre solitario que construye un barco gigantesco y narra los roces entre lo que él llama Creación, la naturaleza en estado puro, y la Ciudad, símbolo de la explotación y abuso del planeta, el como una sociedad con signos de corrupción y perversión se contrapone a los ideales de un hombre que vive de forma simple, dicha historia catastrófica del diluvio es un reflejo de nuestros problemas, tanto con los cambios climáticos, como los conflictos eternos entre los humanos. Con ello Noé resulta ser una película contemporánea en forma y de actualidad en fondo, aunque no exenta de contenido religioso alguno.

Por ello tal vez la película sea susceptible de ser utilizada e interpretada de una determinada forma por el espectador, un error común si nos dejamos llevar por lineamientos propios de la doctrina judeo-cristiana. Aronofsky se deslinda de tal doctrina en su relato al mostrar a un Noé no como un iluminado sino un hombre al borde de la locura gracias a sus visiones y al peso de la misión que tiene, que no es diferente de aquellos condenados a morir, con visiones llenas de símbolos de nacimiento y muerte, de serpientes que cambian de piel y aspecto, de ascenso y ahogamiento. Simbolismos que muestran la dualidad de la naturaleza humana.

La humanidad no se divide entre buenos y malos, aunque por momentos así pareciera, sino que bajo la óptica del director son una creación susceptible a la violencia pero también a la bondad. No es ni bueno ni malo comer carne o no, o vivir en la Creación o en la Ciudad. Lo trascendental es elegir de la mejor manera posible y obtener sabiduría de ello. El bien y el mal están irremediablemente unidos. Hombres y mujeres son lo mismo aunque se vean distintos. En el hombre hay luz y oscuridad. En consecuencia, lo que se elija y el momento en que se haga será determinante, tal vez con ello no se pueda frenar el cataclismo que se avecina pero el libre albedrio debe prevalecer, sin importar si el desenlace se vuelve inquietante e incluso desesperanzador.

Es cierto, esta versión de Aronofsky se toma algunas licencias visuales con la historia narrada en la Biblia y por momentos tiene más elementos en común con El Señor de los Anillos que con Ben-Hur pero su versión cinematográfica resulta acorde con las nuevas tendencias de efectos visuales. Tanto los efectos como la fotografía están muy bien logrados. La musicalización de Clint Massell es otra gran maravilla de Noé, creando una atmósfera perfecta para cada una de las escenas.

Por otro lado, las actuaciones de Emma Watson, Jennifer Connely, Ray Winstone y Logan Herman resultan ser bastante decentes, resultando en un buen balance entre experiencia y juventud. Sin embargo, la actuación de Russell Crowe puede resultar parca y afligida para algunos, pero adecuada para el personaje.

Noé trasciende a su mensaje brutal, como una complicada fábula sobre el respeto que tiene que existir entre el ser humano y la tierra para poder mantener un equilibrio que evite la destrucción masiva, a su espíritu melodramático, personal y oscuro, propio del director y de tiempos desesperados. Una película de 140 millones donde prima el humanismo y la esperanza en clave alucinógena y por momentos oscura.

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