Transformers 4: Dos Traiciones

Contra toda probabilidad, Michael Bay vuelve a sentarse en la silla de director para la cuarta secuela de la serie robótica después de haber mencionado en varias ocasiones que su ciclo con la saga había terminado, es decir nos presenta Transformers: Age of Extinction (Transformers: La Era de la Extinción).

Han transcurrido 5 años desde la batalla de la ciudad de Chicago, por lo que el mundo culpa a los transformers y el gobierno de Estados Unidos ha decidido capturalos y acabar con todos, sin importar si son Autobots o Decepticons y designa a Harold Attinger (Kelsey Grammer) para dicha tarea. En medio de esta cacería se encuentra el inventor Cade Yeager (Mark Wahlberg), quien tras hallar a un Optimus Prime dañado y moribundo, decide repararlo y ayudarlo en su búsqueda por encontrar a los otros Autobots que permanecen camuflados, enfrascándose en una peligrosa aventura junto a su hija Tessa (Nicola Peltz). Mientras tanto, el multimillonario Joshua Joyce (Stanley Tucci) ha descubierto la tecnología detrás de los alienígenas mecanizados y planea usar dicho conocimiento para crear nuevos Transformers.

La cuarta entrega de Transformers no explica la desaparición del personaje de Shia Labeouf, ni se molestan en ello. Naturalmente, los productores y el director debían de conseguir un nuevo reparto, igualmente tenían la oportunidad de redimir sus errores y realizar un mejor guión.

Lamentablemente, esta cuarta película carece de elementos que mantengan al espectador en su asiento, a parte de la acción mostrada en pantalla. La cinta está plagada de escenas y personajes injustificados rellanando un guión hueco e incongruente construido con varias sub tramas que no llegan a ninguna parte, los diálogos son un conjunto de clichés y se sienten forzados, sin mencionar que los chistes carecen de gracia.

La culpa de todo ello podría caer sobre el guionista Ehren Kruger, empero, debemos reconocer la labor del director Michael Bay por convertir esta cinta en un producto por demás lamentable, pues se toma más de dos horas y media de metraje para no contar nada, excepto como unos robots gigantes se agarran a golpes en lugares como Texas, Chicago y algunos paisajes de China, todo ello visto de forma tan frenética y maniática que resulta una tortura visual, lo cual nos demuestra que el directo todavía no ha aprendido mucho acerca de los matices de la estructura de una película.

Debemos añadir el hecho de que el cineasta mantiene las mismas manías de siempre, comentarios racistas y sexistas, mujeres explotando sensualidad y demás parafernalia visual, entiéndase destrucción, explosiones y más destrucción, sin olvidar su lado comercial especializado, mostrando toda clase productos en prácticamente todos los fotogramas. Todo decorado con una vasta cantidad de efectos visuales.

Muchos afirman que lo bueno de Michael Bay es la estética visual de sus cintas, sin embargo, todo lo bueno no tarda en volverse cansado e irrelevante. Tal vez resulte impresionante la destrucción de ciudades, pero después de una hora de destrucción la cinta se vuelve repetitiva,

Asimismo los nuevos personajes que se presentan no ayudan nada para mejorar la experiencia, Mark Wahlberg, Stanley Tucci y Kelsey Grammer están completamente desaprovechados, por otra parte, Nicola Peltz hace exactamente lo mismo que Megan Fox o Rosie Huntington-Whiteley: funciona como el atractivo visual, es rebelde, testaruda y culpable de todos los peligros que afronta su compañero protagónico.

Transformers: La Era de la Extinción es una prueba de resistencia de 166 minutos a los sentidos y la razón, es impresionante contemplar como una película tan larga pueda ser tan dolorosamente carente de inteligencia o ingenio. Tal vez sea un festín visual para los ojos, si es que pasas la prueba de resistencia, pero nada más.

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