Compasión

Jesús y los cambiadores de dinero


La gente viene a mí y me pregunta qué es correcto y qué equivocado. Yo les digo: «La conciencia es acertada; la inconsciencia es una equivocación». Yo no etiqueto las acciones de acertadas o equivocadas. Yo no digo que la violencia está equivocada. A veces puede ser acertada. Yo no digo que el amor es acertado. A veces puede estar equivocado. Se puede amar a la persona equivocada, se puede usar el amor para un propósito equivocado. Alguien ama a su país. Eso es equivocado porque el nacionalismo es una maldición. Alguien ama su religión y puede matar, asesinar, puede quemar los templos de los demás. Ni el amor es siempre justo, ni el odio es siempre desacertado. Entonces, ¿qué es lo correcto y qué es lo equivocado? Para mí, la conciencia es acertada. Si eres plenamente consciente de tu ira, incluso la ira es acertada. Y si eres amoroso sin conciencia, incluso el amor puede estar equivocado. Por tanto, permite que la conciencia esté presente en cada acto que realices, en cada pensamiento que pienses, en cada sueño que sueñes. Deja que la cualidad de la conciencia penetre cada vez más en tu vida. Empápate de ella. Entonces todo lo que hagas será virtuoso. Entonces todo lo que hagas será bueno. Entonces todo lo que hagas será una bendición para ti y para el mundo en el que vives.
Dejadme que os recuerde un suceso acaecido en vida de Jesús. Tomó un látigo y entró en el gran templo de Jerusalén.

¿Un látigo en manos de Jesús...? Esto es lo que Buda indica cuando dice: «Una mano que no está herida puede manejar veneno». Sí, Jesús puede manejar un látigo, sin problema; el látigo no puede tener más poder que él. Su conciencia es tal que él permanece alerta.

El gran templo de Jerusalén se había convertido en un lugar de ladrones. Había cambistas dentro del templo y estaban explotando a todo el país. Jesús entró sólo en el templo y dio la vuelta a los mostradores de los cambistas, tirando su dinero y creando tanto alboroto que salieron despavoridos. Ellos eran muchos y Jesús estaba solo, ¡pero tenía tanta furia, tanto fuego! Esto ha sido un problema para los cristianos: ¿Cómo explicarlo?, porque se esfuerzan por decir que Jesús es una paloma, un símbolo de la paz. ¿Cómo va a tener un látigo en la mano? ¿Cómo va a estar tan enfadado, tan furioso, que tirase por el suelo los mostradores de los cambistas y los echara del templo? Debe haber estado hecha una furia porque, de no ser así, como estaba solo, podrían haberle reducido. Su energía debe haber sido una tormenta; ellos no podían afrontarlo. Los sacerdotes y los comerciantes escaparon gritando: « ¡Este hombre está loco!»
Los cristianos evitan esta historia. Pero no hace falta evitarla si uno la entiende: ¡Jesús es tan inocente! No está enfadado, es su compasión. No es violento, no es destructivo; es su amor. El látigo en su mano es el látigo en manos del amor, de la compasión.

Un hombre consciente actúa a partir de su conciencia, por tanto no cabe el arrepentimiento; su acción es total. Y una de las bellezas de la acción total es que no crea karma; no crea nada; no deja ningún rastro en ti. Es como escribir en el agua: antes de acabar... ya se ha ido. Ni siquiera es como escribir en la arena, porque eso puede durar unas horas en caso de que no haya viento; es escribir en el agua.

Si puedes estar totalmente alerta, entonces no hay problema. Puedes manejar veneno; entonces el veneno será medicinal. En manos del sabio, el veneno se convierte en medicina; en manos de los necios, incluso la medicina, incluso el néctar, acabará convirtiéndose en veneno. Si funcionas desde la inocencia —no desde el conocimiento sino desde la inocencia del niño—, entonces no te puede ocurrir ningún mal, porque no dejas rastro. Permaneces libre de tus acciones. Vives totalmente y ninguna acción te carga.

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