Viviendo Totalmente

Alejandro El Grande conoce a Diógenes


Los que dicen: «Estamos esperando una oportunidad», están siendo engañosos, y no engañan a nadie sino a sí mismos. La oportunidad no va a venir mañana. Ya ha llegado, siempre ha estado aquí. Estaba aquí incluso cuando tú no estabas. La existencia es una oportunidad; ser es la oportunidad. No digas: «Mañana meditaré, mañana amaré, mañana bailaré con la existencia». ¿Por qué dejarlo para mañana? Mañana nunca llega. ¿Por qué no ahora mismo? ¿Por qué posponerlo? Posponer las cosas es un truco mental; así mantienes la esperanza y entre tanto la oportunidad se te escapa de las manos. Y al final llegarás al callejón sin salida —la muerte— y no te quedará ninguna oportunidad. Esto te ha ocurrido muchas veces antes. No eres nuevo aquí, has nacido y has muerto muchas, muchas veces. Y cada vez la mente te ha jugado la misma mala pasada, y aún no has aprendido nada.
Cuando Alejandro Magno venía hacia India, se encontró con un hombre curioso, Diógenes. Era una mañana de invierno, soplaba una brisa fresca y Diógenes estaba a la orilla del río, tomando el sol, desnudo. Era un hombre muy hermoso. Cuando hay un alma hermosa, surge una belleza que no es de este mundo.

No tenía nada, ni siquiera un cuenco de mendigar, porque, un día que iba al río con su cuenco para beber agua, vio que un perro entraba corriendo en el río. El perro entró en el río y bebió; Diógenes se rió y dijo: «Este perro me ha enseñado una lección. Si él puede vivir sin cuenco de mendigar, ¿por qué yo no?» Arrojó lejos el cuenco, saltó al río como el perro y bebió. Desde entonces vivía sin nada.

Alejandro nunca había visto a un hombre tan grácil, una belleza tan total, algo que venía de lo desconocido... Se quedó anonadado y dijo: «Señor...» Él no había dicho «señor» a nadie en toda su vida. Dijo: —Señor, estoy inmensamente impresionado por su ser y me gustaría hacer algo por usted. ¿Hay algo que pueda hacer por usted?

—Simplemente ponte a un lado porque me estás quitando el sol —dijo Diógenes—; eso es todo. No necesito nada más.

—Si tengo otra oportunidad de volver a la tierra —replicó Alejandro— pediré a Dios que en lugar a volver a hacerme como Alejandro, me haga como Diógenes.

Diógenes se rió y dijo: —¿Quién te impide ser como yo ahora mismo? Puedes convertirte en un Diógenes. ¿Adónde vas? He visto pasar ejércitos durante meses, ¿dónde vas? ¿Y para qué?

—Voy a la India para conquistar todo el mundo —dijo Alejandro.

—¿Y qué harás después? —preguntó Diógenes.

—Después descansaré —respondió Alejandro.

Diógenes se rió y dijo: —Estás loco, yo ya estoy descansando ahora mismo, y no he conquistado el mundo. No veo la necesidad. ¿Quién te ha dicho que tienes que conquistar el mundo para poder descansar? Y yo te digo: si no descansas ahora, no lo harás nunca. Siempre te quedará algo que conquistar... y el tiempo pasa. Morirás en medio de tu viaje.

Y Alejandro murió en el medio de su viaje. Cuando estaba regresando a la India, murió en el camino. Y aquel día recordó a Diógenes. Sólo tenía a Diógenes en mente; él no había podido descansar en toda su vida, y aquel hombre descansó.

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