El Panadizo
Un gordo capuchino confesaba a una sierva de Dios que se quejaba de un fiero panadizo* que tenía en un dedo ya mucho tiempo hacía, el cual, negado al bálsamo y ungüento, cada vez la causaba más tormento. El fraile, de su mal compadecido, le dijo: –Hermana, tengo por perdido el tiempo que se aplica a bregar con emplastos de botica, pues sé por experiencia que cuando se endurece una dolencia el remedio mejor para curarla es el tratar el modo de ablandarla metiendo aquella parte dolorida en paraje caliente; métala, pues, hermana, por su vida, para que el panadizo se reviente, dentro del agujero que de las ingles hallará frontero. La devota, en el fraile confiada, puso su dedo en cura; y agitada por las muchas cosquillas que sentía al tiempo que allí dentro le tenía, tan incesantemente meneose que al cabo el panadizo reventose. Para mostrar su agradecido afecto, le contó al capuchino el buen efecto que su remedio había producido; pero él le respondió mu