Autenticidad
Milarepa y el profesor falso
Lo real no es el sendero. Lo real es la autenticidad del buscador. Esto es algo que quiero resaltar. Puedes tomar cualquier camino. Si eres sincero y auténtico alcanzarás la meta. Puede que algunos caminos sean más fáciles y otros más difíciles, algunos tendrán verdes prados a ambos lados y otros avanzarán entre desiertos, unos estarán rodeados por paisajes maravillosos y desde otros no se divisará paisaje alguno, esto no es lo importante; si eres sincero y honesto, auténtico y verdadero, cada sendero te llevará a la meta. Por tanto, todo se puede reducir a una única cosa: el camino es la autenticidad. Sea cual sea el sendero que sigas, si eres auténtico, cualquier camino te conducirá al objetivo. Y lo contrario también es verdad: sea cual sea el camino que sigas, si no eres auténtico, no llegarás a ninguna parte. Sólo la autenticidad te llevará de vuelta a casa, nada más. Todos son secundarios. El elemento básico es ser auténtico, ser verdadero. Los senderos.
Esto es lo que se contaba de un gran místico, Milarepa.
Esto es lo que se contaba de un gran místico, Milarepa.
Cuando fue a ver a su Maestro, en el Tíbet, era tan humilde, tan puro, tan auténtico, que los demás discípulos se sentían celosos de él. Estaba claro que él sería el sucesor. Y, como había fuertes rivalidades, trataron de matarlo.
Un día le dijeron: —Si realmente crees en el maestro, ¿por qué no saltas desde la colina? Si realmente crees, si tienes confianza, entonces no te puede pasar nada, no te harás daño. Y Milarepa saltó sin dudar un momento. Los demás corrieron... porque había casi mil metros hasta el fondo del valle. Corrieron a encontrar los huesos desparramados, pero él estaba allí sentado y feliz, tremendamente feliz. Abrió los ojos y dijo: —Tenéis razón, la confianza protege.
Pensaron que debía haber sido una casualidad; por eso, un día que una casa se había incendiado, le dijeron: —Si amas a tu maestro y confías en él, puedes entrar. Entró corriendo a la casa para salvar a una mujer y a un niño que aún quedaban dentro. El fuego era tan fuerte que los demás discípulos esperaban que muriera, pero cuando salió con la mujer y el niño en brazos no tenía ni una quemadura. Y estaba cada vez más radiante, porque la confianza...
Un día que se dirigían a alguna parte, tenían que cruzar un río y le dijeron: —No necesitas cruzar en el bote. Como tienes tanta confianza, puedes caminar sobre el río —y él caminó.
Ésa fue la primera vez que el maestro le vio. No sabía que le habían dicho que saltase al precipicio ni que entrara en la casa en llamas. Pero en aquella ocasión estaba en la orilla, vio a Milarepa caminar sobre el agua y le dijo: — ¿Qué haces? ¡Es imposible!
— ¡No es imposible es absoluto! —Dijo Milarepa—, lo estoy haciendo gracias a su poder, señor.
El Maestro pensó: —Si mi nombre y mi poder pueden hacer esto en este hombre ignorante y estúpido... Yo mismo nunca lo he intentado. Entonces lo intentó. Y se ahogó. No se ha vuelto a oír nada de él desde entonces.
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