Dejando Ir el Conocimiento

La visión obsesionante de Naropa


La verdad es tu propia experiencia, tu propia visión. Aunque yo haya visto la verdad y te la cuente, en el momento de contártela se convertirá en mentira para ti. Para mí era verdad, entró a través de mis ojos. Fue mi visión. Para ti no será tu visión, será algo prestado. Será una creencia, será conocimiento, no un conocer. Y si empiezas a creer en ella, estarás creyendo una mentira. Recuérdalo. Incluso una verdad se convierte en mentira cuando entra en tu ser por la puerta equivocada. La verdad tiene que entrar por la puerta delantera, a través de los ojos. La verdad es una visión. Uno tiene que verla.
Naropa era un gran erudito, un gran sabio, tenía diez mil discípulos. Un día estaba sentado y rodeado por miles de escrituras, muy antiguas y raras. De repente se quedó dormido, debía estar cansado, y tuvo una visión.

Vio a una mujer muy, muy mayor y horrible, una bruja. Era tan fea que empezó a temblar en sueños. Era tan asquerosa que Naropa quería escapar, pero ¿dónde podía escapar? ¿Dónde ir?
Se sentía atrapado, hipnotizado por la vieja bruja. Sus ojos eran como imanes.

— ¿Qué estás estudiando? —le preguntó la anciana.

—Filosofía, religión, epistemología, lengua, gramática, lógica... —dijo él.

— ¿Las entiendes? —volvió a preguntar la anciana.

—Por supuesto... Sí, claro que las entiendo.

A Naropa le habían planteado miles de preguntas en su vida —miles de estudiantes preguntando e inquiriendo— pero nadie le había preguntado eso: si entendía las palabras y el sentido. Y los ojos de la mujer eran tan penetrantes: le llegaban al fondo de su ser, era imposible mentirle. A cualquier otra persona podría haberle dicho: «Por supuesto que entiendo el sentido», pero a esta mujer, a esta mujer de aspecto horrible, le tenía que decir la verdad. Y dijo: —Comprendo las palabras.

La mujer se sintió muy feliz. Empezó a bailar y a reírse, su fealdad se transformó, empezando a mostrar una belleza sutil. Entonces Naropa pensó: «Si la he hecho tan feliz, ¿por qué no hacerla un poco más feliz aún? y dijo: —Sí, y también entiendo el sentido.

La mujer dejó de reírse, dejó de bailar. Empezó a llorar y recuperó toda su fealdad; ahora era incluso mil veces más fea. Naropa dijo: — ¿Por qué lloras? ¿Y por qué antes bailabas y cantabas?

—Me sentí feliz porque un gran erudito como tú no me estaba mintiendo. Pero ahora lloro porque me has mentido. Yo sé —y tú también sabes— que no comprendes el sentido.

La visión desapareció y Naropa fue transformado. Se fue de la universidad, no volvió a tocar una escritura en toda su vida. Se hizo completamente ignorante; había entendido que la mujer no era un personaje externo, era una proyección. Era el propio ser de Naropa que, a través del conocimiento, se había vuelto horroroso. Bastó esta comprensión, «no entiendo el sentido», y la fealdad se transformó inmediatamente en belleza.
La visión de Naropa es muy significativa. A menos que sientas que el conocimiento es inútil nunca saldrás en busca de la sabiduría. Llevarás la moneda falsa pensando que es un verdadero tesoro. Tienes que darte cuenta de que el conocimiento es una moneda falsa, no es conocer, no es comprender. Como mucho es algo intelectual: se comprenden las palabras pero se pierde el sentido.

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