Poema sobre los senos

Tus senos, mujer, llenos de carne amada,
como redondas frutas caras al paladar,
como sabrosos duraznos y edénicas manzanas.

¡Cuán delicioso sería tocarlos!
Qué hermoso que fueran de polen
y que yo me transformara en abeja famélica…
Entonces no pararía de llevarlos a mi boca hasta el otro día,
hasta que la saliva se acabara.

Qué hermosos pechos como las torres derribadas,
por su continente de tierra perfumada
podrían errar sin descanso mis ojos;
por la suavidad de vulva y de espina humana,
por su sudor de diosa desnudada
podría tocarlos primero
antes que besar las rosas y respirar el perfume de la alborada.

Qué sabrosos han de ser los pezones en los labios,
qué insaciable ha de sentirse uno
como un ternerillo cerril en la montaña.

Y cuando se inflaman como un fuego extraño
avivado por maderas extrañas,
¡ah!… son como dos volcanes en planetas gemelos,
como el guiño de la diosa Venus
y como el premio de los que vuelven de la batalla.

Oh dulces pechos del color
de las capuchinas bajo el sol,
tierra suave donde puede uno contemplar
la alborada y ver tres soles,
cordilleras humanas donde la leche mana,
donde la miel mana
y te lleva a la tierra prometida, ignorada.

Oh tiernos y delicados senos de mujer,
no son como los de una potranca…
son más exquisitos desde su tímida mirada;
no son como el busto de una paloma…
son más blancos y puros
desde su desnudez salpicada de alelíes;
son dos órbitas de fuego y de cuerpo de mujer,
son páramo y amor en llamas.

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