Alamar: Siempre me llevan a lugares tan agradables
Premiada con los más altos honores en diferentes Festivales Fílmicos Internacionales; cuya fotografía se encuentra en la frontera del documental y la ficción donde los actores se representan a sí mismos, Alamar de Pedro González Rubio retrata la relación de un padre con su hijo en medio de la naturaleza marina.
Antes de su inevitable separación, Jorge (Jorge Machado), un joven de origen maya y Natan (Natan Machado Palombini), su hijo de madre italiana (Roberta Palombini), se embarcan en un viaje ancestral de descubrimiento y enseñanzas hacia el mar abierto.
Nunca deja de ser fascinante descubrir en la pantalla grande las inagotables posibilidades del cine. Pues además de fungir como director González Rubio también es fotógrafo y guionistas de Alamar donde toma una historia sencilla sobre la relación de un padre e hijo plasmándola en un paisaje marítimo y narra sin intromisión las actividades cotidianas de Jorge, Natan y "Matraca", el padre de Jorge, donde día a día tienen que salir a pescar para subsistir. Dichas actividades sirven como una forma de educación de Jorge hacia su hijo, las cuales le enseñan el trabajo arduo que debe realizar si desea salir adelante, el aprender a perder el miedo hacia lo que en apariencia es desconocido, el respeto y admiración que debe tener hacia la naturaleza y principalmente que existe un mundo diferente pero igual de maravilloso al que encontrara viviendo con su madre. Reiterando que todas estas enseñanzas transcurren en el bellísimo entorno natural del Mar Caribe, principalmente en el Banco Chinchorro.
González Rubio es inteligente pues usa el paisaje como un medio para imponer el vínculo afectivo entre Jorge y Natan que se desarrolla ya sea en el viaje en lancha, en la caminata por la playa o en la preparación del pescado para la comida. Es justo esa espontaneidad la que nos lleva, sin que nos percatemos y sin caer en sentimentalismos baratos, a compartir la gran emotividad de la despedida.
Pocas cintas dejan una sensación emotiva tan positiva en el espectador pues deja claro que más allá de los grandes presupuestos, las elaboradas tramas y/o las estrellas de renombre las historias sencillas bien contadas y elaboradas con todo el esfuerzo de su creador pueden sobresalir por si solas. A veces la sencillez puede ser más hermosa que lo presuntuosamente elaborado.
Antes de su inevitable separación, Jorge (Jorge Machado), un joven de origen maya y Natan (Natan Machado Palombini), su hijo de madre italiana (Roberta Palombini), se embarcan en un viaje ancestral de descubrimiento y enseñanzas hacia el mar abierto.
Nunca deja de ser fascinante descubrir en la pantalla grande las inagotables posibilidades del cine. Pues además de fungir como director González Rubio también es fotógrafo y guionistas de Alamar donde toma una historia sencilla sobre la relación de un padre e hijo plasmándola en un paisaje marítimo y narra sin intromisión las actividades cotidianas de Jorge, Natan y "Matraca", el padre de Jorge, donde día a día tienen que salir a pescar para subsistir. Dichas actividades sirven como una forma de educación de Jorge hacia su hijo, las cuales le enseñan el trabajo arduo que debe realizar si desea salir adelante, el aprender a perder el miedo hacia lo que en apariencia es desconocido, el respeto y admiración que debe tener hacia la naturaleza y principalmente que existe un mundo diferente pero igual de maravilloso al que encontrara viviendo con su madre. Reiterando que todas estas enseñanzas transcurren en el bellísimo entorno natural del Mar Caribe, principalmente en el Banco Chinchorro.
González Rubio es inteligente pues usa el paisaje como un medio para imponer el vínculo afectivo entre Jorge y Natan que se desarrolla ya sea en el viaje en lancha, en la caminata por la playa o en la preparación del pescado para la comida. Es justo esa espontaneidad la que nos lleva, sin que nos percatemos y sin caer en sentimentalismos baratos, a compartir la gran emotividad de la despedida.
Pocas cintas dejan una sensación emotiva tan positiva en el espectador pues deja claro que más allá de los grandes presupuestos, las elaboradas tramas y/o las estrellas de renombre las historias sencillas bien contadas y elaboradas con todo el esfuerzo de su creador pueden sobresalir por si solas. A veces la sencillez puede ser más hermosa que lo presuntuosamente elaborado.
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