J. Edgar: El Poder es Mio

El octogenario director, Clint Eastwood, apoyado por un guión de Dustin Lance Black y encarnado por el actor Leonardo DiCaprio, muestra en la pantalla de plata las múltiples facetas, tanto públicas como privadas del Director Fundador del FBI, J. Edgar Hoover, en J. Edgar.

La trama abarca las décadas del reinado de J. Edgar Hoover (Leonardo DiCaprio) como director del F.B.I., desde el cual cimenta las bases para la modernización y especialización de la ciencia criminalística y con la cual inicia una inmisericorde cruzada contra el crimen organizado; maneja el tristemente célebre secuestro del hijo de Charles Lindbergh (Josh Lucas); y desde luego persigue e intenta eliminar a los elementos “anárquicos” de los Estados Unidos; pero también recurre al puesto para extorsionar a varios personajes de los ámbitos sociales y políticos y así obtener mayor poder y posición. Y así presenciamos una carrera de casi medio siglo, a lo largo de la cual Hoover trata de conciliar sus inflexibles estándares morales con sus auténticas emociones, que solo conocían las personas más cercanas a él, como su dominante madre Anna (Judi Dench), su confidente y secretaria Helen Gandy (Naomi Watts) y su protegido y “amigo cercano” Clyde Tolson (Armie Hammer).

Hoover es sujeto ciertamente fascinante, alrededor del cual flota una difusa nube de leyendas urbanas pues aún cuando se conocen sus insaciables ganas de poder. Con el fin de proteger al pueblo estadounidense, el polémico personaje se infiltró en la vida de muchos, incluso en la de presidentes de Estados Unidos, compilando información capaz de destruir política, familiar y económicamente a una persona. Y por lo cual muchos esperan que un director cinematográfico con la talla de Clint Eastwood lo abordara con un ojo critico hasta el punto de mostrar la clase de “monstruo” que era dicho personaje pero Eastwood prefiere mantenerse al margen con respecto a mostrar el lado más sórdido de Hoover y solo expone, atinadamente, una combinación de ángulos profesionales y personales del director del FBI que dan un aspecto completo de lo que lo forma y todo ello se desdobla en una película biográfica impredecible.

Jugando con el tiempo, Eastwood narra las casi cuatro décadas de servicio que Edgar prestó al FBI. Entre saltos de épocas, como saltos entre la locura y la cordura, examina las relaciones de su personaje con su amigo cercano (Armie Hammer) donde se deja entrever que mantenía una relación homosexual con este, su madre dominante y que fomenta constantemente sus paranoias así como sus ambiciones políticas y sociales (Judi Dench) y su secretaria y confidente personal (Naomi Watts) y que en algún momento cortejo sentimentalmente, así como aquellas que lo levantan y lo tiran. Eastwood lo construye y lo destruye constantemente lo cual, definitivamente, crea un juego entre la simpatía y la condena que el público desarrolla con J. Edgar; la visión externa de su figura pública, malévola y temida, contrasta radicalmente con las interacciones de la cámara con la psique del mismo, donde se muestra temeroso y retraído creando en el público un estado indefinido sobre si apreciar o repudiar a dicho personaje.

La interpretación de Leonardo DiCaprio es atinada, pues lo encarna, sensible pero fuerte, capaz de manipular a la gente a su antojo y momentos después encontrarse desconsolado por las circunstancias que vive dotando de realismo al ya complejo retrato. Por su parte, Judi Dench personifica con dignidad a una madre aprensiva, pero ambiciosa que es la principal causa de la paranoia de su hijo. Mientras tanto Armie Hammer y Naomi Watts realizan estupendamente sus papeles, como acompañantes de Hoover en las buenas y en las malas.

J. Edgar abre el entendimiento a un personaje odiado y temido, y mejor aún, tambalea perspectivas en cada escena, sin miedo a ser condenada. Aun con ello muchos esperarían un análisis más crítico y sórdido sobre la vida del Fundador del FBI pero la labor y la perspectiva neutral de Eastwood son suficientes para poner a pensar al espectador sobre las acciones de J. Edgar Hoover.

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