Battleship: Los derechos de ocupación no aplican a extraterrestres feos. Fuera

Ante la falta de “originalidad y creatividad” en muchos de los guiones que se producen en Hollywood, aunado al hecho de que el publico pida a gritos más cintas repletas de acción sin sentido y como parte de la moda de contar alguna especie de trama que gire en torno a algún juego infantil nos llega Battleship (Battleship: Batalla Naval) de Peter Berg.

Alex Hopper (Taylor Kitsch) es un irresponsable joven quien es hermano de Stone (Alexander Skarsgård) oficial Naval que ya está cansado de cuidarlo y mantenerlo, así que lo obliga a enlistarse para ver si logra madurar. Un tiempo después ambos son tripulantes de sendos destructores que participan en un simulacro bélico en la costa de Hawái bajo el comando del Almirante Shane (Liam Neeson), quien el padre de Samantha (Brooklyn Decker), la novia Alex. Sin embargo, los "juegos de guerra" son bruscamente interrumpidos por la llegada de varias naves extraterrestres que se sumergen en el mar y crean un enorme campo de fuerza que separa a tres de los buques del resto de la flota. Entonces, sin contacto con el exterior, y con armas muy inferiores a las de los invasores, los hermanos Hopper y sus valientes tripulaciones tratarán de detener a los alienígenas antes de que lleven a cabo sus planes de conquista planetaria. Pero para lograrlo, Alex deberá cambiar su actitud y aprender a ser una persona responsable.

Para realizar Batalla Naval, Peter Berg recurre a las estrategias más socorridas, mas bien diría clichés, que uno asocia automáticamente a los blockbusters: Una oda a las fuerzas armadas del “país más poderoso”, las puestas de sol, la cadena de mando fuera de la zona de peligro, héroes que se inmolan a las primeras de cambio o en su defecto que no sabían que podían serlo, supermodelos como novias abnegadas, damitas súper sexis capaces de parecer rudas, el “perfecto” modo de vida norteamericano, científicos ridículos, una interminable orgía de destrucción militar llena de explosiones “sin sentido” y demás elementos integrales que “tan a bien” nos ha entregado Michael Bay. Pero a diferencia de este último Berg es lo suficientemente inteligente como para no tomarse en serio a sí mismo, o al menos eso nos ha hecho pensar pues el guión es tan ramplón que son pocos los momentos que te puede llegar a creer como espectador pues algunos eventos y/o acciones que toman alguno de los personajes son irrisorios para el sentido común. Pero la acción desbordante compensa con creces la pobre trama presentada en la cinta, bueno en realidad casi pues apenas logra emocionar a aquel que contenga algo más que el 10% de materia gris.

Bien lo dice Stephen Hawking (sobre los posibles peligros de establecer contacto con inteligencias extraterrestres más avanzadas que nosotros) no es bueno hablar con extraños pero esto proporciona la excusa necesaria para poner en marcha la parábola sobre que necesitamos confiar en la vieja y buena armada estadounidense cuando la estúpida ciencia nos pone en peligro. Esta da pie a que veamos la cinta como un enorme panfleto propagandístico donde nos anuncia “Enlístate en las Fuerzas Armadas y tal vez tú seas el salvador del mundo” (pero no “ese” salvador, ese lugar ya lo ocupo alguien más).

Dejando atrás la irónica, Battleship aún contiene algunos “aciertos”: acción más pulcra que la presentada en Transformers, Liam Neeson es impecable como el comandante justo y sabio además de ser el suegro severo pero gentil, una curiosa argucia argumental que les permite hacer referencia al juego de mesa y la capacidad de venderse como un ruidoso espectáculo.

Al menos entretendrá lo suficiente como para relajar los músculos, el cerebro y emocionarse con los amigos o en su caso la novia/amiga/pretendiente.

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