No se Aceptan Devoluciones: Espera, Lo Siento, ¡Quieres que Haga, ¿Qué?!
Eugenio Derbez presenta con bombo y platillo su Ópera Prima: No Se Aceptan Devoluciones. El reconocido comediante de televisión da su salto al cine como guionista y director con una cinta familiar que contiene tanto elementos dramáticos como cómicos y con ello intenta quitarse el estigma de todos los comediantes de televisión, demostrar que cuenta con un talento que va más allá de su campo.
Valentín Bravo (Eugenio Derbez) es un acapulqueño acostumbrado a darse la buena vida, conquistando turistas, sin tener que preocuparse; de golpe se entera de que es padre y que tiene que hacerse cargo de la pequeña que ha sido abandonada por su madre Julie (Jessica Lindsey). Tras viajar a Los Ángeles, en busca de Julie, ingresa de forma fortuita al mundo del cine como doble de riesgo y con ello vuelca sus atenciones a su hija Maggie (Loreto Peralta). Siete años después la madre regresa y decide pelear por tener a su lado su hija, trastocando la vida de padre e hija.
Algo que hay que aplaudirle a Eugenio Derbez es el arrojo salirse de su zona de confort como cómico televisivo y adentrarse al mundo del cine no sólo como actor dramático, sino como director y guionista y para ello recurre a una historia más que conocida: Un hombre soltero que no está preparado para ser padre de una niña que no esperaba. Esto representa una declaración de intenciones por parte del actor-director: Presentar una cinta familiar con una trama sencilla con toques de comedia y drama en dosis iguales.
Muy a pesar de las buenas intenciones del director, ya sea por su inexperiencia detrás de las cámaras o por su pretensión de conectarse con todos los espectadores, la cinta presenta un desarrollo muy irregular, la primera parte de esta es una comedia muy al estilo de Derbez, en este sentido los chistes y las situaciones cómicas no sorprenderán al público acostumbrado al estilo del actor, aun cuando ciertos chistes son alargados hasta el punto de perder la gracia, tampoco molestarán pues Eugenio Derbez sabe hacer comedia, a menos una adecuada para el público general. Pero en cuanto el personaje de Julie hace su aparición la trama sufrirá un viraje hacia su declive, momento en que la cinta pasará a un tono dramático mal logrado quedándose en pretensión. Drama digno de la telenovela más ramplona que pudiese existir ya que las situaciones se tornan gratuitas, manipuladoras y maniqueístas que intentan que el público se conduela de protagonista abnegado que ha dado todo por su hija y repudie la actitud maliciosa de la madre que intenta recuperar a su retoño. Situaciones donde se esconde una verdad que permanece oculta sin razón alguna excepto para justificar su final, asimismo algunos personajes toman ciertas actitudes y decisiones que resultan injustificadas y acentúan el melodrama barato mostrado en pantalla, sin mencionar que el director alarga la duración de algunas escenas hasta el punto de causar pena ajena.
Aunado a lo anterior Eugenio Derbez hace uso de recursos televisivos como la música incidental para marcar los espacios entre escenas, después de algún descubrimiento o idea maquiavélica entre los personajes, herencia clara de su trabajo en la televisión, recursos que acartonan aún más la trama.
Al final la película funciona porque muchos de los espectadores obtienen lo que quieren, una historia que manipula sus emociones y algunos de los personajes y chistes que han hecho famoso al protagonista de la cinta. Así, nos encontramos ante una trampa melosa que, de haber sido más inteligente y menos manipuladora y de haber desarrollado un discurso visual más completo, sin lastres en el guión ni en el humor, quizá habría sido una película digna de aplaudir de pie.
Valentín Bravo (Eugenio Derbez) es un acapulqueño acostumbrado a darse la buena vida, conquistando turistas, sin tener que preocuparse; de golpe se entera de que es padre y que tiene que hacerse cargo de la pequeña que ha sido abandonada por su madre Julie (Jessica Lindsey). Tras viajar a Los Ángeles, en busca de Julie, ingresa de forma fortuita al mundo del cine como doble de riesgo y con ello vuelca sus atenciones a su hija Maggie (Loreto Peralta). Siete años después la madre regresa y decide pelear por tener a su lado su hija, trastocando la vida de padre e hija.
Algo que hay que aplaudirle a Eugenio Derbez es el arrojo salirse de su zona de confort como cómico televisivo y adentrarse al mundo del cine no sólo como actor dramático, sino como director y guionista y para ello recurre a una historia más que conocida: Un hombre soltero que no está preparado para ser padre de una niña que no esperaba. Esto representa una declaración de intenciones por parte del actor-director: Presentar una cinta familiar con una trama sencilla con toques de comedia y drama en dosis iguales.
Muy a pesar de las buenas intenciones del director, ya sea por su inexperiencia detrás de las cámaras o por su pretensión de conectarse con todos los espectadores, la cinta presenta un desarrollo muy irregular, la primera parte de esta es una comedia muy al estilo de Derbez, en este sentido los chistes y las situaciones cómicas no sorprenderán al público acostumbrado al estilo del actor, aun cuando ciertos chistes son alargados hasta el punto de perder la gracia, tampoco molestarán pues Eugenio Derbez sabe hacer comedia, a menos una adecuada para el público general. Pero en cuanto el personaje de Julie hace su aparición la trama sufrirá un viraje hacia su declive, momento en que la cinta pasará a un tono dramático mal logrado quedándose en pretensión. Drama digno de la telenovela más ramplona que pudiese existir ya que las situaciones se tornan gratuitas, manipuladoras y maniqueístas que intentan que el público se conduela de protagonista abnegado que ha dado todo por su hija y repudie la actitud maliciosa de la madre que intenta recuperar a su retoño. Situaciones donde se esconde una verdad que permanece oculta sin razón alguna excepto para justificar su final, asimismo algunos personajes toman ciertas actitudes y decisiones que resultan injustificadas y acentúan el melodrama barato mostrado en pantalla, sin mencionar que el director alarga la duración de algunas escenas hasta el punto de causar pena ajena.
Aunado a lo anterior Eugenio Derbez hace uso de recursos televisivos como la música incidental para marcar los espacios entre escenas, después de algún descubrimiento o idea maquiavélica entre los personajes, herencia clara de su trabajo en la televisión, recursos que acartonan aún más la trama.
Al final la película funciona porque muchos de los espectadores obtienen lo que quieren, una historia que manipula sus emociones y algunos de los personajes y chistes que han hecho famoso al protagonista de la cinta. Así, nos encontramos ante una trampa melosa que, de haber sido más inteligente y menos manipuladora y de haber desarrollado un discurso visual más completo, sin lastres en el guión ni en el humor, quizá habría sido una película digna de aplaudir de pie.
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